AGILITY SÉNIOR:
OBJETIVO(S)
A la memoria de los
agilitistas que encontraron en la práctica continuada de este deporte el elixir
de la eterna juventud.
En los tiempos que nos ocupan, final de primer cuarto del
S.XXI, la modalidad deportiva de Agility sigue progresando, extendiéndose y
contando con un mayor número de practicantes, organizaciones y competiciones en
nuestro entorno peninsular y en el internacional, y así mismo mantiene un
carácter de “nueva modalidad deportiva” que, a pesar de la evolución en las técnicas
y en la exigencia física, es demandada en aspectos competitivos más recreativos
y de vínculo con el compañero cuadrúpedo.
Si analizamos las exigencias de la disciplina para el
participante humano en el aspecto físico e intelectual, nos encontramos con una
serie de valores propios, que hacen de esta disciplina, una espléndida manera
de incidir positivamente sobre problemas no saludables de esta sociedad actual,
cada vez más sedentaria y longeva, pues aúna
el trabajo físico e intelectual con el coordinativo y el afectivo hacia nuestro
compañero de ejecuciones.
Ya centrados en el contexto competitivo, surge la necesidad de agrupaciones por tramos de edad o condición física como una aplicación igualitaria entre los practicantes, que en la edad avanzada y de forma más recreativa proporciona la opción de mantener el “juego competitivo” en toda su exigencia. Es aquí, al simplificar organizativamente las competiciones, cuando se generalizan dificultades en los recorridos sin reparar demasiado en las características de cada tramo de edad; así vemos los mismos recorridos para categoría júnior y para categoría sénior, siendo tan diferentes las posibles exigencias competitivas de cada grupo de edad mencionado.
Javier Álvarez uno de los históricos presidentes del club Deporcan de Madrid; en la foto con Neska, perro de Yvonne Visser.
Manuel Garrido Fuentes, con su mujer Esperanza Gil Solís, gestionan desde 1992 el tradicional Club Agilcan de Madrid. Campeón de España Sénior de la R.F.E.C. de 2024 en categoría 40 y referente siempre del deporte agilitista.
Bajo este criterio se pueden plantear ciertas
consideraciones a contemplar en el diseño de recorridos competitivos de la
categoría sénior, rebajando exigencias o dificultades en algún aspecto físico
por prevenciones sanitarias, pero manteniendo las dificultades propias del
Agility, que sí afecten en el humano a capacidades y habilidades motrices de
interés. Para el competidor sénior, sufridor del descenso de estas capacidades
con el paso del tiempo, es muy aconsejable su ejercitación en cualquier forma
deportiva, pues produce el efecto de retardar su disminución. El Agility, que
también aporta estos beneficios a todo practicante, para los de avanzada edad
se convierte en toda una terapia rehabilitadora que retrasa su disminución y
con ello, en un excelente recurso lúdico-deportivo de mantenimiento.
- La primera característica a considerar es la longitud de
las mangas, pues la capacidad física de resistencia adquiere importante
participación en ellas. Actualmente tienden a alargarse los recorridos
ocasionando en los deportistas entrar de lleno en esfuerzos anaeróbicos
lácticos, los cuales conducen a excesivo
número de pulsaciones cardiacas por minuto. A este respecto, si aplicamos la fórmula numérica muy común en
estos casos de “220 menos edad del
deportista”, para establecer una cifra de pulsaciones que no debería ser
sobrepasada en la práctica deportiva, se nos plantearán diferencias notables en
cuanto a objetivos y exigencias según las referidas categorías por edad; esta
valoración carece de contemplar circunstancias particulares, pero por su fácil
aplicación sí podría servir como primera referencia. Si con este cálculo
establecemos comparaciones con otras categorías de edad, apreciamos que los júnior
no tienen tanta limitación en los
aspectos preventivos de accidentes cardiovasculares, y nos conduce a la
conclusión que un mismo trazado competitivo para jóvenes y sénior, está
exigiendo mucho más esfuerzo anaeróbico láctico a aquellos que deberían
reservarse de los mismos. Y mientras la
exigencia de estos esfuerzos a los jóvenes
en general es muy aconsejable, en la categoría sénior por prevención y
capacidad de resistencia ya en descenso, se podría compensar en competición con
dificultades de todo aquello que la experiencia vivida le ha proporcionado, así
como incidir en aquel descenso en sus facultades que es reversible por la
ejercitación deportiva. Si además consideramos que recientemente eran normales los
recorridos sensiblemente más cortos, se presenta posible una adecuada
limitación en metros y en obstáculos para la categoría sénior, pues no afecta a
la esencia de la modalidad deportiva.
- Por otro lado, sí es razonable contemplar como exigencias
adecuadas en este tramo de edad cierta rapidez en recorridos o en sus tramos,
pues es característica definitiva para el orden clasificatorio si se incluye en
una medida prudencial, u otras dificultades como la discriminación de
obstáculos, la conducción a distancia, las frecuentes trampas de túneles y de
la variedad de obstáculos, los recorridos sinuosos, y todo aquello que cada
juez diseña con medida complejidad en las competiciones. Estas dificultades tan
características del Agility, imponen la práctica y el desarrollo de una serie de
capacidades físicas, de algunas capacidades coordinativas como el ritmo,
la reacción, la percepción espaciotemporal, y
también ciertas funciones cognitivas como la memoria, la orientación y la comunicación que,
con el paso del tiempo y su natural descenso terminan afectando a la autonomía
de los humanos, cuando por otro lado, además de considerarse señas de identidad
de nuestra disciplina, su ejercitación deportiva incide favorablemente en
retrasar su disminución por avance de la edad.
Todas estas
capacidades podemos encontrarlas en otras modalidades deportivas, pero gracias
al papel del compañero de binomio “el perro”, nuestra actividad motriz se
enriquece con matices y característica de interés que son la esencia en el Agility.
Paqui Vinuesa Cerezo, y su perro Sira, del Club El Norte, de Cantabria. Desde siempre participante en los encuentros de la Zona Norte, Meseta Norte y Campeonatos.
Así pues, por su presencia permanente en nuestras
competiciones conviene destacar ahora algunas
características “no físicas”,
pues no se tratan frecuentemente, y que aparecen con incidencia en el diseño de
las mangas:
- la memoria, de tanta trascendencia en
recordar recorridos, anticipaciones, correctas colocaciones e indicaciones; muy
vinculada en competición a la reacción y al ritmo de la conducción, pues
durante la misma se dará un intensa comunicación con nuestro duplo de mensajes
encadenados, sobre un itinerario preestablecido pero a veces interferido con
reconducciones imprevistas. Con la memoria debemos establecer el guión de los
recorridos de manera reflexiva pero inmediata, consciente pero vertiginosa,
haciendo que la improvisación aparezca lo menos posible, con ritmo; y en caso de que aparezca,
tendremos que recurrir a la reacción sorpresiva
para reconducir y continuar ahora con mayor riesgo.
- la orientación y percepción
espaciotemporal tanto personal como de la ubicación de cada obstáculo y
del compañero cánido en movimiento, aquí también a ritmo vertiginoso sin tiempo
para la reflexión y en un desarrollo de dimensiones muy cotidianas y por tanto
de utilidad en la transferencia a la vida real. Es donde la percepción de diversas referencias
entre obstáculos, el movimiento y la agilidad corporal se funden en una
correcta coordinación.
Antonia Puente Fernández, Toñi, del Club de Agility Pataplán de Cuenca. Asidua de las competiciones de Agility con su esposo el fotógrafo Javier Martínez, JM.
- la lateralidad, vinculada a la orientación y
percepción espacial, en permanente cambio y oposición con el compañero cánido,
y a veces desequilibrada en el diseño de circuitos y dificultades. No hablamos
aquí de la lateralidad de un lado dominante de tanta importancia en los
aprendizajes de la lectoescritura, ni de la necesidad en esta disciplina de un
aprendizaje complejo de técnicas motrices en la doble lateralidad, aunque en
algunos casos se requiere; es aquí un dominio corporal global en un recorrido
de lados cambiantes, donde la progresión del amigo cánido exige la conducción adecuada, a veces refleja tanto en
indicaciones verbales como en el lenguaje corporal, lo que supone complejidad.
- la expresión corporal y verbal como lenguaje
de comunicación con nuestro “compañero de equipo” exige adaptación al mismo, y exquisita
precisión espacial y temporal para la progresión por la trayectoria prevista.
La expresión corporal como canal comunicativo con nuestro par, viene
determinada por su código comunicativo entre canes a través de posiciones con sus distintas partes
corporales: rabo, orejas, posición del tronco, boca…, que natural e
instintivamente dominan. Y aquí, el sentido propioceptivo del guía, considerado
frecuentemente como el “sexto sentido”, y que nos da referencia de la ubicación
de cada segmento corporal en cada instante, se convierte en la herramienta de
indicaciones direccionales, llegando a acentuar los gestos propios de la
conducción. El canal verbal que también es utilizado por los canes, nos permite
emitir significados o refuerzos, identificando tanto acciones a ejecutar, como
objetos u obstáculos a afrontar.
- la movilidad articular, componente de la flexibilidad
la cual forma parte de las cuatro capacidades físicas. Vinculada aquí a
la expresión corporal, y basada ahora en la ejecución de angulaciones articulares
muy comunes; estas, que no son amplias ni trabajosas de conseguir como en tantas
disciplinas deportiva, requieren gran precisión rítmica y la máxima coordinación
dinámica general, pues contienen el valor de un gesto que es cotidiano pero
de vital importancia competitiva por su precisa carga comunicativa; por esta
motricidad tan elemental, el Agility se presenta como una práctica abierta para
su ejercitación, a un amplio abanico de personas de cualquier edad y capacidad
física.
- Las capacidades coordinativas de la reacción y el
ritmo. Particularmente pienso que para el guía, la reacción, además de la
memoria, es la capacidad más determinante en la actividad competitiva del
Agility con perros rápidos. Concibo este concurso como una conducción plagada
de indicaciones que sin una ejecución inmediata, suponen la eliminación. Todo
lo demás: buena técnica de obstáculos, perfecta lectura de los recorridos con
soluciones previsibles, fiabilidad de compañero…, todo imprescindible pero
condicionado a no errar en la permanente oportunidad de cada orden, estando
sumergidos de lleno en el estrés de la manga, lo cual nos puede llevar a la exclusión
clasificatoria, y si no hemos optado por asegurar bajando el ritmo. Y esa es la
cuestión: arriesgar con el margen de una buena reacción, o asegurar.
La velocidad de reacción, muy considerada
tradicionalmente en el campo de la capacidad física de la velocidad, es
competencia del sistema nervioso y por tanto innata; es lo que popularmente denominamos tener reflejos.
Se trata de una contestación motriz refleja, vertiginosa, la oportunidad
provoca la respuesta mecánicamente originada en las necesidades propias de la competición de
Agility, y en la conducción del compañero cánido, más rápido y voluntarioso que
lo que pueda ejecutar nuestro mecanismo de respuestas.
Las indicaciones a ejecutar por nuestro perro empiezan originadas por la apreciación con el sentido de la vista, que en este caso, es el casi exclusivamente usado. A esa apreciación le sigue el procesamiento en nuestro cerebro de lo captado, y este procesamiento es continuado por una acción motriz más o menos mecanizada propia de la conducción, indicada con expresiones corporales, verbales o ambas. Tanto la apreciación sensorial a través de la vista como su procesamiento, son aspectos neurológicos innatos y no mejorables, aunque sí se pueden contemplar condiciones ambientales y personales óptimas para un mejor rendimiento, y que a continuación comentamos. El procesamiento de lo captado es continuado por la respuesta motriz, y esta fase sí es mejorable con el entrenamiento pues es competencia del aparato locomotor; así pues, entrenar los gestos con repeticiones de las diversas situaciones, nos llevará a una interiorización de los mismos y a su rápida ejecución en variedad de situaciones. Para este momento motiz, un entrenamiento muscular que nos dote de buena capacidad fijadora y ejecutora, se presenta totalmente necesario.
Las condiciones ambientales y personales que determinan una mejor
reacción o respuesta indicativa son: un estado de alerta continuado previo a
cada indicación, que la señal a
responder sea cuanto más clara mejor influyendo aquí el conocimiento del posible
comportamiento de nuestro can, y si esa respuesta la tenemos prevista con
anterioridad y bien mecanizada. También influyen de manera importante si no
estamos cansados o soñolientos, ni en el momento de una digestión pesada, o con
el efecto adormecedor del alcohol, o simplemente aplanados por el sol, aspectos que también
afectan a la fase de la respuesta motriz.
Por otra parte, un calentamiento físico adecuado y algún
elemento estimulante como el café o el té en justa medida, favorecen esa puesta
a punto de nuestro organismo, para la cadena de respuestas inmediatas que
impone la competición.
Sobre el calentamiento físico, el cual incide también en la
disposición psicológica que en nuestras circunstancias es fundamental, indicar
que un velocista para correr 10 segundos, calienta 60 minutos; si aludimos al
campo de la flexibilidad y movilidad articular, un vallista, para correr 14
segundos, calienta 90 minutos. No es el
caso de las necesidades del Agility, pero creo que en este deporte no se suele
hacer calentamiento suficiente, el cual debería durar un mínimo 30 minutos, y
contemplando la atención al perro, la del guía y la conjunta o “cohesión de
equipo”.
- Estas capacidades se
presentan en actuación globalizada, son aspectos interdependientes de los que
resulta una coordinación unificadora de soluciones motrices muy comunes y sin
alardes técnicos o mecánicos, pero de gran precisión gestual, temporal,
espacial, que dan carácter propio a nuestra disciplina, y enfocan así
transferencias a actividades cotidianas muy prácticas y además, al alcance de
los agilitistas de cualquier edad y condición, “y con gran efecto saludable en
los mayores”. A todo esto, hay que añadir la fase previa de reconocimiento de
pista, donde la atención, el análisis y la reflexión ante retos tan
variantes, marcarán un proyecto motriz específicamente diseñado y diferente
para cada ocasión; y como pretendemos aquí, los mayores no debemos quedar
relegados por cierta incapacidad propia de la edad, ni por efectos de comunes y
necesarios tratamientos farmacológicos.
Y fuera de la competición, los paseos cotidianos de atención
al “compañero”, nos sumergen también en esa disciplina necesaria de largas
caminatas beneficiosas.
En definitiva, se nos presentan como muy favorable la
aproximación en la categoría sénior de los objetivos competitivo y recreativo,
que por su aportación, deben permitir una visión del Agility abierta a
diferentes sectores de población, donde se incida en la máxima deportiva de lo
saludable, y se mantiene fiel al juego competitivo.
UNA ANÉCDOTA CON APLICACIÓN. A finales de los años 70 del
pasado siglo, me indicaba sentencioso en
las pistas de atletismo de Salamanca el velocista y paisano José Luís Sánchez
Paraíso, tres veces olímpico y decenas de veces Campeón de España lo siguiente:
“el mejor entrenamiento es la competición” lo cual era una máxima de su
modalidad y por ello en los meses de periodo competitivo, realizaban dos
competiciones cada semana.
Este argumento viene a introducirnos en los “elementos comunes”
entre agilitistas y velocistas: la velocidad a reaccionar, la aceleración a
continuar y la intensidad a mantener; en atletismo de una forma continuada, en
Agility en distintos segmentos. El “elemento diferenciador” en este caso es el
perro, que no es una motocicleta…por suerte.
Personalmente lo razono así: “la competición se entrena
compitiendo”, ya que el estrés competitivo no es reproducible en los
entrenamientos, ni para nosotros, ni para el perro.
Eugenio Cid Cebrián.
GLOSARIO
- Capacidades físicas: son las capacidades que determinan el
rendimiento físico. Son cuatro, la fuerza, la resistencia, la velocidad y la
flexibilidad, esta última compuesta por la elasticidad muscular y la movilidad
articular.
- Capacidades coordinativas: Son las capacidades motrices
que controlan y gestionan el movimiento dando respuestas según las diferentes
situaciones de la acción deportiva. Se utiliza su análisis en la explicación de
los aprendizajes deportivos. De entre ellas, generalmente siete, menciono las que
para mí están más presentes en el Agility.
-Coordinación dinámica general: capacidad de mover
diferentes partes de cuerpo de forma eficiente y coordinada.
-Agilidad: capacidad de moverse con rapidez y facilidad, o
la capacidad de adaptarse rápidamente a los cambios.
-El sentido más
usado en Agility para dar respuestas motrices o reaccionar es la vista, sin
embargo, no es el que provoca la más inmediata respuesta, que es el oído, pues
el cerebro es capaz de procesar a través del mismo la información más
rápidamente que la visual.
-Esfuerzos anaeróbicos lácticos: son esfuerzos de alta
intensidad y corta duración, entre 8 o 10 segundos hasta 1 o 2 minutos. La alta
intensidad supone gastar el oxígeno acumulado en nuestro cuerpo, sin
posibilidad de reponer por la respiración y circulación que son mucho más lentas
que esa capacidad de gastar oxígeno. La deuda de oxígeno que se va
estableciendo en nuestro organismo con el esfuerzo intenso, genera ácido
láctico que, al subir en su proporción en la sangre, llega a impedir el
movimiento por fatiga muscular.
-Esfuerzos aeróbicos: Muy popularizados son los esfuerzos
aeróbicos, de menor intensidad y con
ello, permiten la oxigenación adecuada y por lo tanto mantener el ejercicio con
mayor duración.
-Velocidad de reacción: tener reflejos, responder de
inmediato a un estímulo. La reacción, la
aceleración y la intensidad son conceptos muy utilizados en la Teoría del
Entrenamiento
-Aceleración: capacidad subir la intensidad de una respuesta
rápidamente.
-Intensidad: nivel de exigencia de una respuesta física. Se
mide en porcentaje. Un esfuerzo aeróbico mantenido es de un 60% de intensidad
más o menos, y la alta intensidad es por encima del 90% sobre la posibilidad
máxima de la respuesta. Las pulsaciones/minuto inmediatamente terminado el
esfuerzo, también pueden utilizarse como escala para medir la intensidad en
esfuerzos anaeróbicos lácticos en forma personalizada.
AGRADECIMIENTOS:
-A todos los agilitistas fotografiados, que nos han prestado
su imagen con la mejor disposición. También indico que si alguno solicita su
retirada, será efectuada de inmediato.
-A Javi Martínez, JM, por su atención permanente a
proporcionar excelentes fotos sin las cuales, este trabajo carecería de
interés.
- A todos los informadores que me han facilitado contactos y
datos, precisando nombres completos y clubs, los cuales nos han servido para la
narración.
-En la elaboración de este trabajo, se me han abierto
caminos de posible profundización teórica, relativos a la comunicación con nuestro
can, a la mecanización de gestos
técnicos…y quizás alguno más. En este momento no he podido-sabido hacerlo y
excedía mis pretensiones, entre otras posibles “capacidades” que los “sénior”
vamos echando cada vez más en falta.
-El primer objetivo que me plantee tratar en este escrito, era reivindicar el
Agility como actividad de interés en el mantenimiento físico de las personas sénior y eso me condujo a citar a personas
que lo ilustraran. He seguido el criterio de mencionar a aquellos que han
permanecido unidos a la actividad hasta la categoría sénior, pero seguro que no refiero a otros muchos. Solo he deseado poner
ejemplos, que ni mucho menos cubren los casos
de obligada mención.
Disculpas pues por
esas omisiones, en la esperanza de haber aportado a pesar de todo.
E.C.C.
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